lunes, 23 de mayo de 2016

Examen de conciencia del esclavo de amor de Jesus en María






PREÁMBULO

        Querido hijo y esclavo de la Santísima Virgen, es tu misma Madre y Maestra quien ante ti se presenta. Ella es quien viene a pedirte cuenta del modo como has practicado su perfecta Devoción. Ponte netamente en su presencia... Contesta sinceramente a sus preguntas maternas: tú no te atreverías a ocultarle nada.
       Empieza pidiéndole muy humildemente su gracia, que te ilumine para ver claro en las cosas de tu alma... Y pídele que este ejercicio sea de gran utilidad para hacerte progresar en los caminos de Dios.


1. EL ACTO DE CONSAGRACIÓN
Y SUS CONSECUENCIAS

«Os consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi
 alma, mis bienes interiores y exteriores, dejándoos
entero y pleno derecho de disponer de mí y de cuanto
me pertenece, sin excepción,  según vuestro
beneplácito».


DEPENDENCIA ACTIVA
        Hijo mío: a Has renovado a diario desde tu despertar, y después a menudo entre el dia, tu acto de entrega total a Jesús por Mis manos?
       ¿Has respetado mis derechos de posesión sobre todo cuanto me abandonaste, cuerpo y alma, sentidos y facultades, bienes y fuerzas, no sirviéndote de todo ello más que a mi intención y con mi aprobación?
       Este CUERPO que me consagraste, a lo has tratado únicamente según mis intenciones y deseos? Estos OJOS de un esclavo de amor Estos OlDOS Esta BOCA o lengua, Tu IMAGINACION y tu INTELIGENCIA, alas has utilizado según mis deseos Tu VOLUNTAD, ¿ha estado habitualmente unida a la de Jesús y la Mía Tus BIENES TEMPORALES son Míos...   ¿Has hecho uso de ellos con poco apego, sin depender de ellos? ¿Qué uso has hecho de tus FUERZAS?  ¿Cómo has empleado el tiempo que me estaba consagrado?

DEPENDENCIA PASIVA
            Examina ahora, hijo muy amado y esclavo querido, si has respetado bien en la práctica de tu vida «este derecho pleno» que me habías reconocido «de disponer de ti y de cuanto te pertenece, según mi beneplácito». Has recibido con alegría, con sumisión, o por Io menos resignado, lo que con Jesús decidí y dispuse respecto de ti?

II. LAS PRACTICAS INTERIORES DE LA
PERFECTA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
PERFECTA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA
VIRGEN

                                  
                                   POR MARÍA
            Tu: me prometiste «obedecerme en todas las cosas». ¿He tenido habitualmente la directiva de tu vida y de tus actos? ¿Me has sometido tus ideas, tus juicios, tus decisiones, tus palabras, tus acciones? ¿No has contrariado conscientemente lo que yo te mostraba? ¿No has actuado por tu propio movimiento, siguiendo las impresiones de tu sensibilidad, las agudezas de tu carácter, Ios caprichos de tu voluntad?
               ¿Reconociste mi voluntad y mi dirección en todos los acontecimientos que te suceden y rodean?  ¿Supiste decir amén a cuanto te consuela y alegra; pero lo mismo a todo lo que te contraria, te es molesto, te violenta, todo lo que te encoge y te hiere, todo lo que te aplana y te abruma?, ¿Aceptaste generosamente de la mano de Dios y de la mía las molestias, incomodidades del mal tiempo, las contrariedades, las enfermedades, Ios lutos?
         ¿Has tenido hacia mi Ios sentimientos de confianza y abandono que tiene el niño para con su buena madre? ¿Has recurrido a mi solicitud materna en «todo tiempo, en todo Lugar, y en todas las cosas»? ¿No has descuidado este llamamiento confiado a mi socorro en los mínimos detalles de la vida, en las indecisiones cotidianas de tu vida espiritual, en las horas dolorosas y graves de tu existencia? ¿No te dejas llevar por la agitación, la preocupación o el desaliento, en vez de abandonar sencillamente en mí todo cuanto pueda inquietarte? ¿Me confías con un abandono total la hora y circunstancias de tu muerte, el cuidado de tu perfección y de tu salvación eterna?

CON MARÍA
          ¿He sido, después de Jesús, el modelo de perfección que habitualmente pones ante tus ojos? ¿Has sido fiel preguntándome a menudo: «Como haría esto mi buena Madre, si se encontrara en mi lugar»?
¿Has intentado copiar, respecto de Dios, mi absoluta docilidad de esclava del Señor? ¿Has intentado vivir mi Magnificat y buscar Ia gloria de Dios en cuanto haces, poniendo el amor divino en tu Vida entera y viviendo con la Trinidad Santísima en tu alma, en un comercio incesante, muy respetuoso y filial?  ¿Cuál ha sido tu actitud hacia Satanás y hacia el pecado? Yo soy odio viviente..., ¿y tú?  ¿Luchaste con valentía contra el pecado mortal o venial, hasta contra toda imperfección voluntaria, contra todo lo que puede en algún grado manchar o empañar la belleza de tu alma?

EN MARÍA
                     ¿Has procurado entrar en, ti a menudo para encontrarme en el fondo de tu alma, ayudándote para ello de pequeñas prácticas que te había enseñado: Avemaría al dar la hora, imagen, medalla, sello mariano en tu vestir, jaculatorias, inscripción mariana en cada página escrita, bendición qué pides al salir de Ia habitación, etc.?
        ¿Has intentado vivir bajo mi mirada todas tus horas de oración, de trabajo, de descanso y de entretenimiento, como el niño siente la necesidad de estar cerca de su madre?

PARA MARÍA

De ordinario, al cual es el motivo que inspira o determina tus actos a ¿cuantas veces los has hecho por amor a tus comodidades, vanidad y amor propio, para agradar a tal o cual criatura? ¿Esto no es ser esclavo de Jesús, esclavo de María?
     Has pensado con frecuencia en ofrecer tus acciones por amor de Jesús y mío, para glorificarnos y para agradarnos? ¿Has repetido a menudo: «Todo por Jesús, todo por María, todo por amor tuyo, Madre mía amadísima»?

CONCLUSIÓN
      Ha terminado el examen de conciencia.  Humíllate profundamente ante tu gloriosa Reina, al ver las numerosas faltas de que has sido culpable... ¡Perdón, oh Madre divina, por haberte sido tan infiel!  No quiero desanimarme: voy a trabajar con energía y con perseverancia para ser un hijo más dócil y un esclavo más fiel. Te prometo, querida Soberana, velar especialmente sobre este punto..., en aquella ocasión... Ayúdame con tu gracia todopoderosa. En fin, con Jesús, tu tesoro, dígnate, Madre, bendecirme.

        No te apures al ver la distancia que te queda por recorrer. Tu misma Madre inmaculada ha de ser tu «camino fácil, corto y seguro», dice San Luis María Griñón de Monfort.




¡Madre mía, dame tu lo que me mandas,
y mándame lo que quieras!